viernes, 7 de noviembre de 2014

And yet another one...




Esta es la lista de WMA

Al hacer esta lista pensé en tantos libros que he disfrutado que decidí incluir aquellos que me motivaron a seguir leyendo y creo que, de alguna forma, a hacer del oficio de escribir (aunque desde el periodismo) mi carrera profesional. Algunos de ellos no son necesariamente grandes obras de la literatura, aunque otros sí. Mi gusto por leer siempre lo relaciono con mi hermana mayor y mi papá. Fue gracias a Rita que me inicié en eso de leer cuentos infantiles porque era ella quien en un principio me los leía.

Recuerdo todavía cuando alguno de los cuatro hermanos enfermaba en la noche y luego de pasar por la casa del Dr. Santaliz, en la urbanización Tanamá, parábamos en la Farmacia Santa Ana y allí Rita y yo nos quedábamos frente al “rack” de metal donde colocaban los cuentos infantiles. Eran unos libros flaquitos y con un olor tan particular que todavía lo siento. Además, de las medicinas eran la compra obligada en la farmacia. No sé si Rita lo recuerda de la misma manera porque creo que todos tenemos maneras distintas de acercarnos a nuestros recuerdos.

Aventuras de Asterix- Mi papá pertenecía a un club de libros. Esto era que cada mes ordenaba libros que le llegaban luego por correo. Recuerdo esa colección de carpeta dura con títulos como Cumbres borrascosas, Mujercitas, Los hermanos Karamazov. A través de ese club, papi me pidió un libro de historietas de Asterix, el pequeño Galo de cascos calientes que protegía a su aldea de la invasión Romana. La aventura que vivía cada día junto a su inseparable amigo Obelix me encantaba. Lamentablemente, el ofrecimiento del club en cuanto a Asterix era limitado. Llegué a conseguir algunos títulos adicionales y todavía los conservó. El libro original que me regaló mi papá, que era de carpeta dura, se perdió en alguna mudanza de apartamento.

Toda Mafalda-La recopilación de las tirillas de esta niña argentina y sus amigos del barrio era lectura obligada. Creo que conocí a Mafalda a través de mi amiga Ita. Mafalda era mi distracción favorita en mis primeros años de la Universidad. Siempre hay una de estas tirillas en mi mesita de noche.

La Llamarada- Ni siquiera sé porque me atrajo tanto pero no podía despegarme de esta novela de Enrique Laguerre. Hoy día ni siquiera recuerdo sus personajes (aunque eso es algo común en mí). Lo que me motiva a releerla. Sí recuerdo que me impactó y me despertaba sentimientos de indignación. Lo leí en el colegio durante los 80, cuando también me indignaba por los asesinatos en el Cerro Maravilla, la muerte de Alfonsina Villanueva y la huelga de la Universidad.

De amor y de Sombra- Aunque hace tiempo que dejé de ser una fan de Isabel Allende, esta novela me encantó y fue uno de mis primeros acercamientos al golpe de estado y a la dictadura militar en Chile.

Cien años de Soledad- Supongo que seremos muchos los que la hemos mencionado. ? ¿Cómo no incluir algo tan genial?         
                                  
Las ñapas:
Demasiado amor-  La leí gracias a este grupo. La incluyo porque ninguna otra obra me ha conmovido tanto como esta novela de Sarah Sefchovich.
Mujeres de ojos grandes- Porque quisiera ser un poco como esas tías que Angeles Mastretta describe en sus cuentos.

martes, 4 de noviembre de 2014

Otra lista...

Aquí la lista de RMA:



Seis libros que me formaron o informaron (más la Ñapa)

1- Teatro de René Marqués. Es una compilación de tres de las obras teatrales de este escritor compueblano: Los Soles Truncos, Un niño azul para esa sombra y La muerte no entrará a palacio. Fue el primer libro, fuera de la literatura infantil, que leí y releí en más de una ocasión con el mismo entusiasmo. Tendría algunos 12 años y leía los libros de mi padre. Lo tomé del librero al que mi padre, en su grandilocuencia usual llamaba biblioteca, y lo devoré con tanto gusto, que a cada rato volvía a leerlo. No puedo precisar qué exactamente me fascinó, pero puedo verme a mí misma leyéndolo y sentir esa conexión que me hacía volver a las obras. Tampoco puedo decidir cuál de las tres me gustó más. Sólo sé que ese género que describía cada movimiento de los personajes y los figuraba con tanta precisión me hizo vivir esas obras como si yo formara parte de ellas y, aunque había leído otras cosas, este fue mi primer amor literario.  

2- Cien años de Soledad de Gabriel García Márquez. Acababa de entrar a la Universidad con 17 años. No recuerdo exactamente cuál profesor@ habló de esta novela como lectura imprescindible, aunque no la asignó. Fui al lugar indicado, “la biblioteca” de mi padre -siempre mi padre- y, por supuesto, allí estaba. La leí y cuando notaba que el final se acercaba, la soltaba sin querer dejarla, sólo para no acabarla. La terminé y al instante la comencé otra vez. Fue una experiencia nueva. Lo novedoso no fue desear leerla de nuevo, ni de hecho hacerlo (ya dije que Teatro lo leí tantísimas veces), pero volver a comenzar una novela extensa justo al terminarla, era algo que no había hecho antes y que no creo que haya vuelto a hacer nunca. Después, ya adulta, la volví a leer y me pasó lo mismo, sólo que ya no tenía tiempo de releerla al instante.

3- Mujeres de ojos grandes de Ángeles Mastretta. Creo que este es mi libro favorito de todos los tiempos. Lo he leído múltiples veces; en ocasiones completo, a veces sólo algunos cuentos, otras uno sólo. Pero siempre necesito saber que está cerca de mí y no me gusta prestarlo. Pienso que fue esencial en la determinación de dar mis primeros pasos en la escritura de cuentos. Por años había querido escribir algo sobre la vida y las hazañas cotidianas -para   muchos insignificantes- de mis abuelas y de mis tías. Cuando leí Mujeres de ojos grandes, encontré lo que yo quería hacer y mucho más. Mastretta logra, con un estilo sencillo y divertido, narrar la complejidad de las “simples vidas” de mujeres comunes y corrientes. ¡Me encanta!!!!!!

4- Inventario de Mario Benedetti. Nunca he sido amante de la poesía. Mi relación con este género se ha dado esencialmente a través de José. Precisamente, él me regaló este libro que leí hasta el cansancio. Lo leí a solas, pero generalmente fue una lectura compartida. La compartí con mi esposo, en aquel entonces mi novio. La compartí con mis amigas y hermanas; sobrias y ebrias, alegres y tristes, enamoradas y despechadas, patrióticas y desencantadas, siempre contábamos con algún poema de aquellos que, con razón o a la fuerza, se adaptaba a nuestro estado anímico. Son muchos los que me gustan de esa colección, pero ninguno como “No te salves”.

5- ¿Qué es la historia? de Edward Carr. Este libro me ayudó a decidir qué haría después del bachillerato. Siendo estudiante de ciencias políticas, aún no tenía claro que haría al concluir una carrera que te obliga a continuar pues ese bachillerato, por sí sólo, te deja sin opciones en el mercado de trabajo en Puerto Rico. Tomé varias electivas en el Departamento de Historia, pero cuando estaba terminando mi bachillerato me matriculé en el curso Teoría de la Historia y la profesora asignó el texto mencionado. Al momento decidí que esa disciplina podía ser una opción para mí. El enfoque del autor sobre el papel del historiador y la falsedad de la objetividad en la narración histórica, me dio una perspectiva diferente sobre el oficio de historiar y fue determinante en mi decisión de realizar estudios graduados en ese campo.

6- Derecho Procesal Penal de Puerto Rico y Estados Unidos de Ernesto Chiesa Aponte. Jamás pensé que incluiría este libro en ninguna lista de lecturas favoritas. Pero según entendí, esta no es una lista de favoritos, sino de libros esenciales en tu formación. Entre otras cosas y, para mi desgracia más que otras cosas, soy abogada. Estando en la escuela de derecho, no acababa de dar con aquello que me apasionara y me permitiera asegurarme de que había hecho una buena elección. Cuando tomé derecho penal pensé: creo que esto sí me importa. Pero no es hasta que llegué al curso de  Procedimiento Penal del Prof. Chiesa y, más que la clase o el profesor, su obra tocó la fibra de jurista que me habita. Me topé con una obra extensa, una investigación académica seria, profunda, con una excelente redacción. Posteriormente, ya en la práctica, tengo serias diferencias con el autor, pero todavía lo uso, lo cito y sigue siendo un gran referente. No lo recomendaría nunca para un círculo de lectura, pero definitivamente fue importante en mi formación como abogada criminalista.
PERO NO PUEDO DEJAR DE MENCIONAR LAS SIGUIENTES OBRAS:

7- La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y de su abuela desalmada, Siete Cuentos de Gabriel García Márquez. Leer la selección de cuentos de este libro es un placer indecible. Es, sin duda, otro de los libros al que vuelvo con entusiasmo y siempre descubro algo nuevo. Mi favorito es “El ahogado más hermoso del mundo”. Ese cuento nunca dejará de fascinarme.

8- Cuentos de Eva Luna de Isabel Allende. Para mí uno de los mejores libros de Allende. Dos palabras y Regalo para una novia son mis cuentos preferidos. Quisiera haberlos escrito yo y me da pena que ya no encontremos esa sensibilidad en las obras posteriores de esta escritora.

9- Las mil y una noche era un libro anhelado. Desde niña quise tenerlo y no sé por qué -con un padre que amaba la literatura y una madre que amaba que sus hijos la amaran- nunca la tuvimos en casa. En fin, un buen día José/Pito/ mi esposo/ex-novio/compañero/cómplice/etcétera me la regaló!!!!! Cuatro hermosos tomos que olían a gloria. Se convirtió en mi libro de mesita de noche. Era el postre antes de dormir. En la mañana amanecía sobre mi almohada, esperando que lo devolviera a su mesa y que antes de dormir, otras mil y una noche, me lo llevara a la cama. Los tomos corrían por los cuartos del apartamento de estudiantes, pero la condición era que siempre tenía que haber uno en el mío. (Hagan cuenta de que vivía con otras lectoras que se emocionaron con el regalo como si fuera para ellas, hablo de Wilma, Vanessa, Wanda y después Rixie). Buenos cuentos, hermosos recuerdos.

10-  El Lazarillo de Tormes y La Celestina de Fernando de Rojas los incluyo en la lista porque fueron de los primeros que me hicieron reír. De todo lo que asignaban en la escuela, estas dos obras fueron divertidas, lo que me ayudó a ver la literatura desde otra óptica. No fueron los libros que más me gustaron pero sí de las primeras obras serias con las que me reí a carcajadas y eso ayuda mucho a formar a un lector o lectora.

11- Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes. Todos la citan, bien y mal, y muchos presumen de haberla leído y de ser su obra favorita. En mi caso es diferente. La “leí” cuando estaba en el grado doce de escuela superior. En aquel entonces no disponía de tiempo para cosas serias, no por la edad -como ya he dicho amaba leer desde niña- tampoco por la cantidad de páginas, eso no me asustaba demasiado. Pero ¿en el grado doce? ¿En serio? Era una obra muy extensa para la cantidad de actividades sociales que tenía. Leí fragmentos; lo que la maestra enfatizó o lo que yo estimé necesario para sacar buena nota. Aún así, me divertí muchísimo, tanto que leí más de lo absolutamente necesario para lograr mi objetivo de aquel momento. La incluyo porque creo que fue la primera vez que me regañé a mí misma por dejar una lectura que me gustaba para otro momento. Después lo he hecho muchas veces y siempre me ataca la misma pésima sensación. He vuelto a leer pedazos, algunos que ya había leído, otros desconocidos para mí, pero nunca la he completado. Desde aquellos tiempos lejanos hasta hoy, sigue siendo mi asignatura pendiente...

lunes, 3 de noviembre de 2014

Libros que marcan nuestras vidas

Para la próxima reunión del círculo acordamos traer una lista de los 5 libros que nos hayan formado o informado. No ha sido fácil reducir tanto libro a cinco.  Aquí, el intento del colega epm:


Cinco (¿seis? ¿siete?) ¿novelas? que marcaron época en mi vida:

  1. Flor de leyendas de Alejandro Casona, El final de Norma de Pedro Antonio de Alarcón
 Estas fueron lecturas escolares del séptimo grado en San Felipe.  Ya para esa época, yo era un lector ávido, que lo mismo engullía los volúmenes de la enciclopedia The Book of Knowledge (particularmente las secciones de Stories y Golden Deeds) que los policromáticos volúmenes de la serie de libros Billiken.  Sin embargo, estos dos libros me abrieron la puerta a las lecturas de aventuras románticas y fantasiosas que me hicieron enamorarme de la literatura. 

En el Final de Norma, me encontré con personajes estrambóticos como Rurico de Cálix, que después resultó ser Oscar el Encubierto, el Niño Pirata.  El protagonista, creo que se llamaba Serafín, se desplazó desde Sevilla hasta la exótica y frígida Laponia.  Allí, siempre acompañado por su fiel y gracioso amigo Alberto, logra rescatar a su amada (que no se llamaba Jacoba ni era casada) de las garras del cruel corsario. ¡Uf!

Flor de leyendas es una antología que preparó Alejandro Casona en la que adaptó para la niñez algunas de las leyendas y mitos más conocidos de la literatura.  Por ejemplo, allí figuran narraciones de la India (Nala y Dayamanti), del Medio Oriente (Las mil y una noches) y de la tradición germánica (Guillermo Tell).  Sin embargo, lo que verdaderamente me cautivó de la colección fueron los cuentos relacionados con el mundo medieval de los caballeros guerreros y de las leyendas épicas.  Con la lectura de esa colección, cobraron vida el rey Arturo y los caballeros de la Mesa Redonda, el valeroso Roldán y los doce Pares de Francia, los enamorados Tristán e Iseo y, por supuesto, el sobrio y mesurado Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador.  El efecto fue profundo y prolongado.  Por muchos años y durante buena parte de mi carrera universitaria, hasta los estudios graduados, me concentré en la literatura medieval: en los cantares de gesta, en el estudio de las alegorías amorosas, en la fantástica búsqueda del Santo Grial, etc.  En mis exámenes de grado, una sección entera se le dedicó al mundo medieval.  Y todo eso nació con Mrs. Grau en San Felipe.

  1. Marianela de Benito Pérez Galdós

Esta fue otra lectura obligada de la escuela. Con Marianela emprendí un largo trayecto de lecturas de novelas realistas y naturalistas que cultivé por mucho tiempo y que de vez en cuando me gusta volver a visitar. (Con Ana Karenina, por ejemplo.)  Estas larguísimas novelas panorámicas me transportaban a ese siglo diecinueve de gente que me era a la misma vez ajena y familiar.  Eran las novelas pobladas de personajes con problemas políticos, religiosos, matrimoniales, económicos y cosas por el estilo.  Con Marianela, me enamoré de Benito Pérez Galdós a cuyas novelas les dediqué incontables horas.  Por esa misma línea, devoré a Valera, Pardo Bazán, Flaubert, Stendhal, Balzac, Dostoievski, Tolstoi, Dickens, Hardy.  Eran las novelas del escándalo, de los banqueros, de los aristócratas arruinados, de los trepadores sociales, de la pobreza extrema y de los amores desdichados.  Eran las novelas que después se convertían en melodramas de Hollywood o del cine mejicano.

  1. La Jalousie (La celosía) de Alain Robbe-Grillet

Habiendo ya comenzado mis estudios de literatura francesa me topé con esta novela del escritor y cineasta francés en un curso sobre la novela del siglo 20.  Aquí descubrí otra forma de narrar que se parecía muy poco a los textos desparramados de los escritores del siglo 19.  Aquí me encontré con le nouveau roman, un tipo de novela más introspectivo y carente de tramas fácilmente descifrables.  Nadie, ni el narrador, describía los personajes.  Veía como pensaban y actuaban sin que mediara explicación.  Aquí descubrí, además de Robbe Grillet y a Michel Butor.  Creo que Eduardo Barrios, con Los hombres del hombre, cabría en este grupo. 

Con estas novelas también se me abrieron las puertas del cine francés de autor, la nouvelle vague que incluía al propio Robbe-Grillet, Alain Resnais, Truffaut, que se emparentaban estilísticamente con la nueva novela.

  1. Cien años de soledad y El otoño del patriarca de Gabriel García Márquez

Después de leer Cien años de soledad, parecía que no había posibilidad de escribir de otra manera.  Era la novela perfecta.  Después de leerla, y de devorar los cuentos de Los funerales de la Mamá Grande, empezó el compás de espera.  En 1975, ya habían pasado cerca de siete años y apenas ahora anunciaban que saldría pronto otra novela del Gabo.  Yo la esperaba igual que los adolescentes de hace poco esperaban la próxima entrega de Harry Potter.  Iba casi todos los días a la mini librería de Rafa al lado de la Iglesia Metodista de la de Diego a ver si ya había llegado.  Allí vi que éramos más de uno los hermanos del muerto.   En la acera se reunía un pequeño grupo a la espera.  Cuando por fin llegó, y pude conversar con otra gente que la esperaba con las mismas ansias, sentí que pertenecía al grupo de los LECTORES.  Descubrí que había otros como yo a quienes les apasionaban los libros y que los esperaban “con ansias, en amores inflamados” (parafraseando a San Juan de la Cruz).  Todos queríamos ser García Márquez. Mi amistad con Francisco Catalá empezó cuando lo vi un día en el balcón de titi Malva, leyendo El otoño del patriarca, que yo acababa de comprar.  Ese día supe que el también pertenecía a la cofradía. 



  1. It Begins With Tears de Opal Palmer Adisa

Cuando presenté mi solicitud de admisión al Programa de Inglés en literatura del Caribe anglófono, me dediqué a leer lo que pudiera encontrar de esta literatura tan poco conocida para mí.  En la antigua librería del Recinto de Río Piedras, me topé con esta novela cuyo título y autora me eran totalmente ajenos.  Este texto me abrió las puertas de un Caribe poblado de unas creencias, estilos narrativos, lenguaje, personajes e historias nuevas para mí.  Por otra parte, fue la primera vez que me encontré con personajes que comieran ñame y quimbombó en inglés. Aquí comenzó una aventura de descubrimiento literario que todavía hoy no concluye.