lunes, 3 de noviembre de 2014

Libros que marcan nuestras vidas

Para la próxima reunión del círculo acordamos traer una lista de los 5 libros que nos hayan formado o informado. No ha sido fácil reducir tanto libro a cinco.  Aquí, el intento del colega epm:


Cinco (¿seis? ¿siete?) ¿novelas? que marcaron época en mi vida:

  1. Flor de leyendas de Alejandro Casona, El final de Norma de Pedro Antonio de Alarcón
 Estas fueron lecturas escolares del séptimo grado en San Felipe.  Ya para esa época, yo era un lector ávido, que lo mismo engullía los volúmenes de la enciclopedia The Book of Knowledge (particularmente las secciones de Stories y Golden Deeds) que los policromáticos volúmenes de la serie de libros Billiken.  Sin embargo, estos dos libros me abrieron la puerta a las lecturas de aventuras románticas y fantasiosas que me hicieron enamorarme de la literatura. 

En el Final de Norma, me encontré con personajes estrambóticos como Rurico de Cálix, que después resultó ser Oscar el Encubierto, el Niño Pirata.  El protagonista, creo que se llamaba Serafín, se desplazó desde Sevilla hasta la exótica y frígida Laponia.  Allí, siempre acompañado por su fiel y gracioso amigo Alberto, logra rescatar a su amada (que no se llamaba Jacoba ni era casada) de las garras del cruel corsario. ¡Uf!

Flor de leyendas es una antología que preparó Alejandro Casona en la que adaptó para la niñez algunas de las leyendas y mitos más conocidos de la literatura.  Por ejemplo, allí figuran narraciones de la India (Nala y Dayamanti), del Medio Oriente (Las mil y una noches) y de la tradición germánica (Guillermo Tell).  Sin embargo, lo que verdaderamente me cautivó de la colección fueron los cuentos relacionados con el mundo medieval de los caballeros guerreros y de las leyendas épicas.  Con la lectura de esa colección, cobraron vida el rey Arturo y los caballeros de la Mesa Redonda, el valeroso Roldán y los doce Pares de Francia, los enamorados Tristán e Iseo y, por supuesto, el sobrio y mesurado Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador.  El efecto fue profundo y prolongado.  Por muchos años y durante buena parte de mi carrera universitaria, hasta los estudios graduados, me concentré en la literatura medieval: en los cantares de gesta, en el estudio de las alegorías amorosas, en la fantástica búsqueda del Santo Grial, etc.  En mis exámenes de grado, una sección entera se le dedicó al mundo medieval.  Y todo eso nació con Mrs. Grau en San Felipe.

  1. Marianela de Benito Pérez Galdós

Esta fue otra lectura obligada de la escuela. Con Marianela emprendí un largo trayecto de lecturas de novelas realistas y naturalistas que cultivé por mucho tiempo y que de vez en cuando me gusta volver a visitar. (Con Ana Karenina, por ejemplo.)  Estas larguísimas novelas panorámicas me transportaban a ese siglo diecinueve de gente que me era a la misma vez ajena y familiar.  Eran las novelas pobladas de personajes con problemas políticos, religiosos, matrimoniales, económicos y cosas por el estilo.  Con Marianela, me enamoré de Benito Pérez Galdós a cuyas novelas les dediqué incontables horas.  Por esa misma línea, devoré a Valera, Pardo Bazán, Flaubert, Stendhal, Balzac, Dostoievski, Tolstoi, Dickens, Hardy.  Eran las novelas del escándalo, de los banqueros, de los aristócratas arruinados, de los trepadores sociales, de la pobreza extrema y de los amores desdichados.  Eran las novelas que después se convertían en melodramas de Hollywood o del cine mejicano.

  1. La Jalousie (La celosía) de Alain Robbe-Grillet

Habiendo ya comenzado mis estudios de literatura francesa me topé con esta novela del escritor y cineasta francés en un curso sobre la novela del siglo 20.  Aquí descubrí otra forma de narrar que se parecía muy poco a los textos desparramados de los escritores del siglo 19.  Aquí me encontré con le nouveau roman, un tipo de novela más introspectivo y carente de tramas fácilmente descifrables.  Nadie, ni el narrador, describía los personajes.  Veía como pensaban y actuaban sin que mediara explicación.  Aquí descubrí, además de Robbe Grillet y a Michel Butor.  Creo que Eduardo Barrios, con Los hombres del hombre, cabría en este grupo. 

Con estas novelas también se me abrieron las puertas del cine francés de autor, la nouvelle vague que incluía al propio Robbe-Grillet, Alain Resnais, Truffaut, que se emparentaban estilísticamente con la nueva novela.

  1. Cien años de soledad y El otoño del patriarca de Gabriel García Márquez

Después de leer Cien años de soledad, parecía que no había posibilidad de escribir de otra manera.  Era la novela perfecta.  Después de leerla, y de devorar los cuentos de Los funerales de la Mamá Grande, empezó el compás de espera.  En 1975, ya habían pasado cerca de siete años y apenas ahora anunciaban que saldría pronto otra novela del Gabo.  Yo la esperaba igual que los adolescentes de hace poco esperaban la próxima entrega de Harry Potter.  Iba casi todos los días a la mini librería de Rafa al lado de la Iglesia Metodista de la de Diego a ver si ya había llegado.  Allí vi que éramos más de uno los hermanos del muerto.   En la acera se reunía un pequeño grupo a la espera.  Cuando por fin llegó, y pude conversar con otra gente que la esperaba con las mismas ansias, sentí que pertenecía al grupo de los LECTORES.  Descubrí que había otros como yo a quienes les apasionaban los libros y que los esperaban “con ansias, en amores inflamados” (parafraseando a San Juan de la Cruz).  Todos queríamos ser García Márquez. Mi amistad con Francisco Catalá empezó cuando lo vi un día en el balcón de titi Malva, leyendo El otoño del patriarca, que yo acababa de comprar.  Ese día supe que el también pertenecía a la cofradía. 



  1. It Begins With Tears de Opal Palmer Adisa

Cuando presenté mi solicitud de admisión al Programa de Inglés en literatura del Caribe anglófono, me dediqué a leer lo que pudiera encontrar de esta literatura tan poco conocida para mí.  En la antigua librería del Recinto de Río Piedras, me topé con esta novela cuyo título y autora me eran totalmente ajenos.  Este texto me abrió las puertas de un Caribe poblado de unas creencias, estilos narrativos, lenguaje, personajes e historias nuevas para mí.  Por otra parte, fue la primera vez que me encontré con personajes que comieran ñame y quimbombó en inglés. Aquí comenzó una aventura de descubrimiento literario que todavía hoy no concluye.



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